Recuerdo que uno de los signos más claros del paso de la década de 1970, y sus revoluciones, a los narcisistas años ochenta fue la desaparición de las pintadas con significado político, sustituídas por los grafitis, con sus colores chillones y su estética futurista. En 1989, un año antes de morir de sida, el famoso pintor estadounidense Keith Haring realizó uno de ellos en la intersección de las calles de Sant Pau y Robadors, hoy conservado en el Macba. Haring había comenzado pintando muros del metro, desde dónde había llegado a las mejores galerías de Nueva York; y quiso dejar uno de sus últimos alegatos contra la enfermedad que le mató en las paredes del Raval. Esta clase de gestos, de súbitas intervenciones en el espacio, fueron muy frecuentes entre los miembros de su generación.
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Samarretes
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diumenge, 28 de juny del 2009
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